lunes, 25 de abril de 2011

17-04-11

          Es indignante la forma como el chavismo ha venido manejando el problema de la huelga de hambre de los enfermeros; al colmo de decir que aquéllos que se cosen la boca ingieren alimentos después a través de pitillos; una escena demasiado truculenta para cualquier imaginación; desconociendo ya la circunstancia de que estar tirado en una acera, reclamando un derecho, es un auto-castigo que la persona se está infligiendo porque ya no hay forma de hacerse entender.
         El gobierno está impotente frente a esta situación; pero en lugar de afrontarla con racionalidad, lo que hace es tomar la cosa a mamadera de gallo, y de allí que se llegue a situaciones extremas como la de lacerarse de esta forma esta gente, y esto por culpa de una conducta soberbia; por una visión de mundo estrecha reñida con todo tipo de diálogo.
         El gobierno no tiene ninguna autoridad moral para hablar de limitación de recursos; cuando se calcula que nuestro teniente coronel ha dilapidado por concepto de regalos en el exterior unos sesenta mil millones de dólares. “El ser más espléndido y generoso que he conocido”, dice Fidel Castro de él. Es aquí donde la religión tiene razón: el único que puede ser benevolente con todos es Dios; máxime cuando está de por medio un proyecto político, y que además se trata de un proyecto político cojitranco, un proyecto político que es más bien una caricatura; partiendo del hecho de que tiene su basamento en un anacronismo ideológico, siendo su mentor un ser desfasado de nuestros tiempos, al que la historia no le dio la razón en ningún sentido; aun cuando su liderazgo parecía proyectar lo contrario de lo que aparentaba, y hoy ha quedado marginado, como es este Fidel Castro, y al que nuestro teniente coronel intenta revivir de su estado de momificación política.
         En otras palabras, nuestro teniente coronel no haya que hacer con el dinero; parece cosa del destino: él, un ser profundamente mezquino, venir a corresponderle esa ingente cantidad de petro-dólares, y los que le han causado tal indigestión que lo han puesto a delirar de forma que se ha propuesto demostrar que segundas partes sí pueden ser buenas, al contrario de lo que reza el dicho cervantino de que nunca lo fueron, con motivo de eso que decíamos de su empeño de revivir una momia política a punta de petro-dólares; mientras le alega al pueblo que nuestro país será una potencia. Lo volvió a repetir la semana pasada en el marco de una de sus abusivas cadenas, y cuando hacía entrega de unos vehículos, a sus respectivos compradores, que fueron fabricados en el país: “Venezuela será una potencia; todo se está cumpliendo, de acuerdo a un orden preestablecido, pero para allá vamos”. Es decir, para el pueblo tiene palabras, y las que no sirven para satisfacer las demandas de la realidad, en consecuencia, si es que nos fijamos en el reclamo que hacen los enfermeros postrados en una agonía infligida por voluntad propia, sin que haya nadie del gobierno dispuestos a oírlos; cuando no es para hacer humor negro con su lucha.
         Por lo demás, esta huelga de hambre ha venido a coincidir con un destape informativo, en lo que atañe a las licencias que se permite nuestro teniente coronel en su derroche por el mundo con los petro-dólares de nosotros los venezolanos, sobre todo, en relación al caso de los diez millones de dólares que le donó a un hospital de Uruguay por su cuenta, saltándose todos los pasos administrativos que darían lugar al otorgamiento de una dádiva de este tipo; algo que tiene que ver con otro de sus delirios, como es el de entrar a la fuerza a MERCOSUR, es decir, de nuevo por encima de todas las cosas su proyecto político, y aquí, en el orden interno, mantiene sofocado al país con sueldos de miseria, como son los que percibe el profesional de la enfermería hoy en día en Venezuela, y no sólo este profesional, sino del conjunto de profesionales que conforman el sistema de nuestra salud pública, y cuyo bienestar existencial es algo que le resulta indiferente a nuestro teniente coronel, porque a él la vida del prójimo es algo que no le importa, como ya lo demostró aquel ya lejano 4 de febrero de 1992, cuando se trajo a un grupo de muchachitos, que conformaban la tropa que estaba bajo sus órdenes en un cuartel de Maracay, y los expuso al fuego sin clemencia alguna. Después, con la mayor soberbia del caso, se lavó la cara con aquello de que él asumía la responsabilidad, y que es un gesto que esgrime el chavismo, como si fuera el máximo honor del heroísmo, para venir a continuación a sacarle en cara a uno lo de sus años en la cárcel de Yare, como si se tratara de un largo apostolado, y que lo que traduce más bien, en el fondo, que este es un país de memoria muy corta.
         Ha llegado el momento en que nuestro teniente coronel se encuentra en una encrucijada: o hace uso de ese dinero ya que él mismo dice que tiene guardado debajo del colchón; aguardando, sobre todo, el año 2012, para ser repartido entre los venezolanos, como parte del festín propagandístico en el que vamos a caer, con ocasión de los comicios que se habrán de celebrar en la oportunidad, en el afán de sostener su proyecto político basado en el petro-populismo; o hace uso de ese dinero, decíamos, y así evita la convulsión total de un país que en lo que va de año ha registrado 600 protestas de todo tipo, o toma la otra decisión, o sea, de esperar el 2012 con la consiguiente amenaza del amotinamiento de una sociedad, que va a seguir a los enfermeros por este mismo camino, habida cuenta del surgimiento de nuevas demandas, en especial, por incumplimiento de contratos laborales, y a lo cual se junta una política económica que resulta tan desacertada que lo que hace es incentivar el alto costo de la vida y, por ende, reducir la capacidad de compra del venezolano. Parece que el reloj no espera por la demagogia de nuestro teniente coronel.

domingo, 24 de abril de 2011

12-04-11

          Lo que nadie se esperaba en aquella Venezuela del 11 de abril de 2002, que todavía no se había vacunado de Chávez, y que ya estaba harta de sus abusos, era que Pedro Carmona Estanca fuera a tener un comportamiento tan poco moderado; considerándose en ese momento uno de los hombres más ponderados de Venezuela; presidente de la cúpula empresarial criolla; un gerente muy exitoso, y cuya carrera la había combinado con la diplomacia y la docencia universitaria. En el medio de su generación, cuando estudiaba bachillerato en el liceo Lisandro Alvarado de Barquisimeto, como se le conocía era como “Pedrito, el príncipe”, a propósito de lo muy atinado que era para todo. En aquel aciago año 2002, luego de su cuita, mucha gente lo disculpó, y lo ubicó en su contexto. Lo que uno no se explica es por qué este hombre resulta víctima de ese mal, propio de nuestro inconsciente colectivo, como es el mal de la presunción y del arribismo. Lo confieso: yo me lo tuve que tragar, pero cuando ví a Carmona en aquella oportunidad juramentarse como presidente de la República frente a sí, me pareció uno de los actos más presumidos que hayamos visto en nuestros anales patrios: una falta de sindéresis por lo cual todavía estamos pagando las consecuencias.
         La otra cosa es la siguiente: ¿por qué no hubo la suficiente fuerza del lado de la oposición, como para detenerlo en aquel desmán que cometía? Yo lo acusaría a él de ¿maquiavélico, se dice en este caso? Pero así como lo tendría a este señor por esto, también acusaría a Carlos Ortega, que era la otra cabeza visible de este movimiento que va a dar al traste con el gobierno de Chávez en aquel instante, en efecto, de demasiado pusilánime, y esto por dejarse tomar la delantera del otro; en lo cual habría jugado un papel importante el factor de la poca autoestima, de la que padecía el entonces presidente de la CTV con respecto a la dimensión de su liderazgo político, y lo que lo llevó a que a última hora se lavara las manos en este asunto, y se fuera a refugiar a su casa en el estado Falcón, contentándose con esgrimirle un insulto al otro, cuando se enteró que estaba formando gobierno en Fuerte Tiuna. Cuando pasan las cosas es muy fácil hablar, y ponerse a ponderar acerca de las circunstancias en las que se dieron; lo cierto es que es aciago 11 de abril, mientras el uno nos traicionaba enceguecido por su ambición política, el otro nos abandonaba apático por el menosprecio de sí mismo, y siendo en esa balanza entre los dos más fuerte que el otro, a propósito de esa potencia que habría detrás suyo, como era la clase trabajadora. Parece un lamento de cornudo esto a lo que me estoy refiriendo; pero he allí las consecuencias que estamos pagando con este gobierno facineroso: por el arribismo de uno y la apatía del otro.