lunes, 30 de mayo de 2011

21-05-11

               Estamos ante otra gran lección de justicia que nos ha dado EEUU. Incluso, así tituló un analista francés en uno de los periódicos de su país, que uno lee por Internet: “Una lección de justicia”, y en el interior de su artículo se preguntaba por el tiempo que le faltaba a Francia para alcanzar tal grado de independencia de los poderes. Aquí no ha valido la reputación de monsieur Dominique Strauss-Khan, el presidente del Fondo Monetario Internacional (FMI), ¡va preso!, para indignación de algunos compatriotas suyos, quienes asombrados ven como uno de los más descollantes líderes de la élite política y económica de su exquisita y culta sociedad es tratado como un vulgar delincuente, entremezclado con gente del hampa común, y esto por el intento de violación de la camarera de un hotel.
         Es aquí donde uno observa como se cumple ese arcano que reza que la justicia divina tarde o temprano actúa: el sujeto tenía por detrás, allá en su país, todo un historial de agresiones de este tipo a mujeres, que se le atravesaron en su camino, a propósito de los vaivenes de su muy exitosa carrera política y académica; empezando por el caso de una joven periodista, quien lo entrevista para un libro que ella escribe en ese momento sobre las figuras públicas francesas, y en medio del encuentro, ya que no cede a sus demandas sexuales, la intenta desnudar desgarrándole la ropa. Un hombre frenético y violento.
         En el propio avión, en el que intentaba fugarse de EEUU rumbo a Francia, luego de cometer su delito, le había dicho a una de las azafatas que tenía un “bello culo”. Un hombre muy atrevido y acosador de mujeres, de acuerdo a lo que se va destacando de su personalidad, en la medida en que han venido saliendo cosas en esta feria mediática en que se ha transformado su caso, que es donde yo digo que ha intervenido la justicia divina, porque sin haberle cobrado nadie nada, en ese sentido, estaba a punto de ganar la presidencia de Francia. Por el contrario, más bien se consideraba un seductor, y en esta oportunidad su campaña electoral iba a redundar en ese elemento, en la fama de Casanova de este señor. Hasta entonces nadie se había atrevido a llevarlo ante la justicia, porque quien lo hiciera llevaba todas las de perder, como se lo hicieron ver a aquella jovencita del libro, teniendo a la vista que la aureola de este señor era demasiado grande: un economista rico, de familia aristocrática judía, dirigente del Partido Socialista; agreguémosle a esto, una carrera política también muy exitosa, ¿qué iba a poder aquella jovencita con él ante los tribunales de su país? Su fama de seductor le venía desde los tiempos de profesor universitario: el típico sujeto que se había ganado el favor de sus alumnas a través del chantaje de la evaluación. Alguien lo ha comparado con Edmundo Chirinos, el psiquiatra nuestro, que está preso en este momento, con fama igualmente de frenético y violento, como este señor, habida cuenta de que también tenía esta costumbre, como docente en la escuela de Psicología de la UCV. Al propio Sartre se lo hizo ver en una ocasión alguien con quien sostuvo una polémica pública por la prensa, con motivo de esos extravíos en que solía caer el filósofo del existencialismo, con respecto a la situación política mundial, en especial, al negar la existencia de los campos de concentración de la antigua URSS: “El señor Sartre conoce bien la ropa interior de sus alumnas –le decía este señor-; de lo que no conoce bien es de política exterior”. Es aquí donde ponía el acento el analista que hemos citado al señalar que esto pasaba en Francia, porque allá todavía en la justicia tienen mucho peso las élites políticas y económicas, y hasta intelectuales para el caso de Sartre, y que es lo que no ha venido a suceder en los EEUU; donde un virtual presidente suyo pasó a ser un preso más del común, ligado con gente de la peor especie, y con lo que arruina, por lo demás, toda su carrera política.
         Se ha dado el caso de un periodista de uno de los periódicos más importantes de Francia, que advirtió en su momento, cuando DSK, como le conoce el medio francés, fue nombrado presidente del FMI, que no era lo más conveniente para la reputación de su país esta designación, habida cuenta de la conducta lujuriosa que mostraba este señor frente a las mujeres: de modo que hoy reclama, con justa razón, el reconocimiento de su advertencia, y entre mis colegas francesas, es decir, las periodistas que se ganan la vida como yo con este oficio, tenía la fama de fisgón; sólo que no se atrevía a más, porque estaba seguro de que cualquier insinuación de su parte o cualquier abuso con respecto a una de ellas, de inmediato iba a ser denunciado por mi colega en su periódico, de acuerdo a las impresiones que se recogen entre este medio de trabajadores de la comunicación, que se han dado banquete con este affaire, para decirlo de una manera bien gala, especulando con esta situación que, en efecto, se sale de lo común, porque está de por medio el desenmascaramiento de un tipejo de esta especie.
         Un hombre tan displicente que, una vez que huye del hotel en una forma muy aparatosa, e instalado en el avión comete la imprudencia de mandar a su chofer a buscar el teléfono que lo ha dejado olvidado en la habitación donde se alojaba, y donde había intentado violar a la camarera; creyendo que todo ha pasado, cuando es que lo busca la policía, y de modo que de esa forma precisan donde está. De otra manera no hubiera pasado nada, porque estoy seguro que ese personal de mantenimiento, de la cual formaba parte esta camarera, ni siquiera sabía quien era aquel señor desde el punto de vista de su renombre mundial, y sólo lo denunció ante su superior como el señor de la habitación número tal, y es aquí donde se cae ese supuesto de que estamos ante una acción de una guerra sucia desatada contra él por Nicolás Sarkozy, su hipotético rival en las elecciones del próximo año. Ahora, si en Francia se preguntan por el tiempo a venir de esa independencia de los poderes, ¿qué podríamos decir nosotros?

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